Toda acción del hombre, entendiéndose ello como todo pensamiento, sentimiento, palabra, obra u omisión, genera una reacción, un efecto, una consecuencia. Esta es la llamada Ley de Causa - Efecto, Ley de Compensación, Ley del Karma.
Desde nuestra perspectiva humana, dualista por naturaleza, estas acciones pueden catalogarse como buenas o malas, de acuerdo con la motivación o intención con que se generen y los resultados que provoquen. El efecto nunca será de naturaleza diferente a la causa que lo ocasiona: un acto positivo, generará obligadamente una consecuencia de igual naturaleza sobre aquel quien lo produce, y de la misma manera acontecerá con aquellas acciones negativas. Todas las acciones crean entonces, lazos que atan entre sí a aquellos seres que se han visto involucrados a través de ella. Si estos actos fueron actos de positividad, (amor, afecto, amistad, simpatía, etc.), aquellos seres tendrán entre sí ataduras de la misma naturaleza o sea “lazos agradables”, que pudiéramos llamar apegos. Por el contrario, si lo que amarró a unos seres nació de relaciones de negatividad (odio, rencor, venganza, desamor, etc.), tendrán entre sí relaciones traumáticas, “desagradables”, aversiones. Estas amarras invisibles requieren ser deshechas, de tal manera que se restablezca un equilibrio que ha sido roto y que ponga de nuevo a los seres involucrados en una situación de autonomía espiritual que les permita continuar libremente su proceso de evolución hacia la meta última: DIOS, el universal.
Y estos lazos son deudas: cuando hago el mal, estoy en deuda con aquel quien fue víctima de ello; y cuando obro el bien, lo está conmigo como el beneficiario de mi acción. Tarde o temprano entonces, en esta u otra vida, recibiremos como sucesos desagradables, desafortunados, negativos y aún funestos, los efectos de las acciones que de igual naturaleza yo haya tenido con mis semejantes; y de igual manera llegarán a mi como bueno, de felicidad, de suerte, etc., los eventos producto de mis acciones de igual calidad hacia los demás.
Las causas de la enfermedad, del odio, de la mala suerte, del desfortunio o de la paz, la alegría, la salud y el amor, tienen su explicación allí. Así se pagan las deudas positivas y negativas en la mecánica de la “economía de la vida”.
Debe quedar pues claro, que todo lazo entorpece y demora la evolución hacia EL INFINITO; aún los apegos, los positivos, deben ser disueltos y hasta que el último de ellos no se haya roto, no trascenderemos esta franja de crecimiento espiritual, que se fundamenta en la ley del Karma y que obliga a encarnar una y otra vez teniendo al dolor y al sufrimiento como escuelas de fuego en donde se templan los espíritus y se obliga a mirar hacia nuevos horizontes.
Reconciliar, entonces, es el proceso por medio del cual asumimos de una manera consciente, la cancelación y pago de nuestras deudas pendientes, positivas y negativas, con todos aquellos hechos y seres de nuestro pasado remoto o reciente, provocando de ésta manera la ruptura de los lazos que nos atan a ellos, logrando disminuir e incluso eliminar los efectos esperados como consecuencia de la acción de la ley del Karma y obteniendo un estado de mayor libertad espiritual para evolucionar con mayor rapidez hacia EL TODO UNIVERSAL.
¿Quieres conocer la técnica de Reconciliación?
Visita: http://lacasadesirio.com/web/Libros/l/3.pdf página 198